Ocupa el subterráneo del patio escolar del Balmes con capacidad para esconder a 1.000 niños Las obras de ampliación y restauración del colegio público Balmes, situado en pleno centro del barrio de Ruzafa, han sacado a la luz la existencia de un refugio de la guerra civil española con capacidad para albergar a 1.000 niños. Su existencia era desconocida y se puede acceder por una trampilla situada en el patio de recreo.
Los niños de la guerra o el refugio del saber. Así se podría definir el hallazgo de un refugio construido para salvaguardar a los niños del peligro de los bombardeos sobre la ciudad durante la guerra civil.
No es el único, en el Instituto Luis Vives se ha habilitado uno que ya se usa para algunas actividades culturales. Sin embargo, este tiene una característica especial y es que se desconocía su existencia.
La obras de ampliación y restauración del antiguo colegio público Balmes permitieron dar con esta pieza arquitectónica de relevante consideración por el uso para el que fue construido.
En pleno centro de la ciudad, en el barrio de Ruzafa y junto al mercado del mismo nombre, se ha encontrado, en perfectas condiciones, un refugio de la Guerra Civil española.
Situado entre las calles Maestro Aguilar y Pintor Salvador Abril se alza el colegio construido en 1917. Bajo esta construcción se sumerge el refugio de 1936 que cruza por debajo del suelo del patio de recreo del centro educativo.
Javier Soriano y Gonzalo Vicente-Almazán son los arquitectos responsables de las obras de intervención en el Balmes y fueron ellos quienes se encontraron con esta pieza de arquitectura subterránea.
Cuentan a LAS PROVINCIAS los autores del proyecto que en el interior del patio, entre los dos edificios escolares originales, apareció durante la ejecución de la obra un refugio con una capacidad para 1.000 niños, del que, aunque se tenían noticias de su existencia por esta zona, “había un absoluto desconocimiento de su situación concreta y su estado, puesto que los accesos estaban cegados".
Hallazgo Al iniciar el proyecto y dado que se tenía que ubicar un nuevo módulo escolar en un ángulo del patio, se produjo el hallazgo.
La falta de datación del refugio se debe, según cuentan los arquitectos, “a que al finalizar la Guerra Civil, y en fecha que desconocemos, se sellaron sus accesos y se construyó una solera de hormigón sobre el patio, sin ningún tipo de registro que permitiera la entrada, motivo por el que ha permanecido oculto hasta el inicio de las obras de adecuación del colegio".
Dos tercios de la superficie en planta del refugio se desarrolla en el patio del colegio, superponiéndose el tercio restante de su extremo sureste con la del edificio proyectado como gimnasio y comedor.
El refugio es totalmente subterráneo. Consta de dos rampas de acceso, dispuestas en vértices contrapuestos. Las naves, de 2,40 metros de altura, tienen forma abovedada y dejan en su centro un paso de dos metros de ancho, disponiéndose en sus laterales de bancos corridos de obra, de 0,35 x 0,35 metros.
Prioridad para los niños Disponen de un cuarto para la maquinaria de renovación del aire y dos aseos, así como dispositivo para recoger las aguas que pudieran filtrarse por las rampas.
En las paredes se conservan intactos dos mensajes también en pintura azul. “Alejarse de esta puerta un metro para facilitar la entrada del aire" y “Capacidad para 1.000 niños".
“Los refugios bajo los centros escolares tenían como misión la prioridad de salvar la vida de los menores", destacan los arquitectos.
La solución dada ha sido preservar el refugio para su posible habilitación posterior.